En el ámbito de la "izquierda" se esgrime desde hace tiempo que la crisis del movimiento comunista internacional se debe más que a nada a la falta de una luminaria moderna que desarrolle las teorías de los padres del marxismo-leninismo. Una causa de esta magnitud fundamenta dos posiciones que nos pueden llevar al mismo lugar, las de quienes sustantivan en el anacronismo de las ideas revolucionarias, la imposibilidad de que sobre ellas puedan brotar teorías subsiguientes al marxismo-leninismo. En este caso no se trataría de la incapacidad de los partidos y de sus seguidores para investigar, sino de que se ha secado la fuente de donde mana las musas de la inspiración. Y las de quienes acomodan sus creencias en que la inoperancia de los partidos trasluce una manifiesta insolvencia a la hora de analizar las condiciones económicas actuales. En este juicio se magnifica a Lenin que supo redondear las investigaciones de Marx y Engels.
En cierto modo, estos últimos llevan bastante razón; aunque, habría que matizar; pues de no hacerlo cometeríamos el gravísimo error de arrinconar a Lenin en los años en que vivió, con lo que nos entregaríamos con el equipaje repleto al ideario burgués y reformista. El leninismo estaría muerto y esta conclusión derivada solo satisfaría a los enemigos de la clase obrera.
Los comunistas no podemos dejarnos seducir por los cantos de sirena, nos apremia saber discernir si las alabanzas a los clásicos fluyen en el escritor de turno desde sus entrañas avivadas por un estado de ánimo optimista, pero no dañino, o si por el contrario forman parte de un proyecto destructivo de largo alcance.
Si como se puede observar en determinados politólogos, resulta preciso e imprescindible actualizar los estudios que llevó a cabo Lenin acerca del imperialismo al haber sido desbordados por el acontecer histórico, la argucia queda al descubierto, lo que se nos pide no es profundizar en el leninismo persiguiendo su adecuación temporal, en cuanto sí se refieren a minarlo, socavarlo y derribarlo. Hay que hilar extremadamente fino o caeremos en la tupida trampa que nos tienden.
Por enésima vez la apologética burguesa nos emplaza a enredarnos en la polémica que le conviene hasta descentrarnos de los problemas acuciantes ¿escribió Lenin para su época? ¿De qué época estamos hablando? Cuando se nos alecciona con la ligereza que hacen algunos analistas nos viene enseguida a la cabeza el método de análisis burgués. La burguesía explota la metafísica para sus exámenes que es el modo superficial de ver las cosas, prescindiendo de las interconexiones de los fenómenos. Los ideólogos del sistema capitalista disponen la historia por años, siglos, etapas comprendidas entre hechos, gestas, guerras, etc. sin atender al modo de producción existente que fondea y explica cada momento de la historia.
No vamos a apearnos en este apartado, solo nos detendremos un instante para demostrar que apoyarse en una imaginaria diferencia de épocas entre Lenin y nuestros días no es más que la válvula de escape que activan frecuentemente quienes no tienen otro argumento para validar su deserción del campo revolucionario. Lenin tuvo el honor de describir como nadie su "época" que no es otra que la fase superior del capitalismo, el imperialismo. Comparemos pues la definición que da Lenin a la fase que le tocó vivir con la situación contemporánea:
1) La concentración de la producción y del capital llega hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica.
2) La fusión del capital bancario con el industrial, y la creación, sobre la base de este capital "financiero", de la oligarquía financiera.
3) La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande.
4) La formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo.
5) La terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes (Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo.)
6)
Por más tretas y subterfugios no es posible separar los grandes aspectos distintivos de una y otra "época", sencillamente porque nos referimos al mismo periodo, el imperialismo capitalista, que aún no ha terminado y cuyos rasgos vemos que fueron descritos magistralmente por Lenin. ¿Significa, entonces, que debemos copiar literalmente cuanto dijo e hizo Lenin, el partido bolchevique? Claro que no. Los leninistas sabemos diferenciar la esencia del fenómeno. En el supuesto que tratamos la esencia es la misma, en cambio el fenómeno o forma en que ésta se manifiesta puede diferir solamente por el grado de desarrollo en que se encuentra. La esencia del fenómeno nos explica el motivo de su aparición, las leyes de su existencia, las contradicciones intestinas que les son propias, los caminos que toma su evolución y sus cualidades determinantes. Pero mientras la esencia permanece oculta el fenómeno es externo y puede inducir a error a aquellos que ignoren la dialéctica materialista.
La sociedad rusa que produce la Revolución de Octubre y la sociedad española de hoy son capitalistas (esencia) y ambas estás contenidas en la larga etapa del imperialismo (fenómeno); sin embargo, la progresión cuantitativa y cualitativa de las fuerzas productivas entre otras, está ahora mucho mas avanzada, pero siempre encuadradas en las mismas relaciones de producción capitalista, (esencia). Lo que nos indica que en estos momentos por el grado del desarrollo del imperialismo, las condiciones para la revolución son infinitamente mejores que en la época de Lenin contraviniendo las teorías del reformismo que al observar el fenómeno elude la esencia y se deja persuadir por el fenómeno. Los reformistas entienden por fuerzas productivas desarrolladas, unos medios de producción superdesarrollados y en consecuencia unos trabajadores con alto poder adquisitivo, constituyendo ambas cualidades un hándicap en vez de una premisa para la revolución. Ambas apreciaciones son erróneas, pues sería de desear la existencia del imperialismo y cuanto más evolucionado tanto mejor, y como se verá el desarrollo de las fuerzas productivas no lleva implícito el "enriquecimiento" del proletariado.
Según Lenin el fenómeno (lo que aparece a nuestra vista) solo nos permite urdir las tácticas y estrategias que nos descubran la esencia tal como es, con el único empeño de destruirla y junto a ella hacer desaparecer para siempre el fenómeno dañino. En cambio para el oportunismo con tan solo modificar o atenuar los efectos del fenómeno sería suficiente. Como es lógico la esencia (capitalismo) permanece incólume regenerando una y otra vez el fenómeno (imperialismo). Es como estar afectado de una infección (esencia) y la combatimos con analgésicos cada vez más fuertes, hasta que nos calmen el dolor y nos bajen la temperatura febril. Resulta evidente que mientras no se erradique la infección, ésta seguirá produciendo fiebre y dolor con mayor o menor gradación.
Concluyamos diciendo que el leninista analiza las formas que adopta el imperialismo en cada etapa de su desarrollo para programar tácticas y estrategias que nos lleven hasta la esencia o ley que las determina, es decir, las relaciones de producción explotadoras con su Estado protector, con las miras puestas en suplantarlas por la dictadura del proletariado que constituye la esencia, germen o ley de la nueva sociedad.
Así pues, el imperialismo irguiéndose con sus rasgos distintivos dimanantes del desarrollo de las relaciones de producción capitalista, como fenómeno, puede exteriorizar peculiaridades transitorias en su desarrollo. Y decíamos al principio que en la actualidad nos ofrece el mejor contexto para la revolución proletaria a lo que habría que añadir que además de poder darse en un solo país, está en proceso de maduración las premisas que hará posible la subversión en grupos de países y consecuentemente y a la par abre las perspectivas para la recuperación del Movimiento Comunista Internacional sobre bases prácticas, que antes no existían o se manifestaban en estado embrionario.
NUEVOS FACTORES EN LA ESTRUCTURACIÓN CONTEMPORÁNEA DEL IMPERIALISMO
La presencia del campo del socialismo asfixiaba al imperialismo obligado a desenvolverse en un mundo angostado territorialmente que le obstruía su expansión por varios motivos. La situación política mundial ilustraba un aspecto absolutamente distinto al de hoy. Al calor de la Unión Soviética se desarrolló el Movimiento de Liberación Nacional. También países variados de todos los continentes siempre amparado en la existencia de la URSS buscaron vías de desarrollo independientes al dominio imperialista (Países No Alineados) Semejante configuración del panorama mundial impele al imperialismo a soportar tiempos de inquietud especial y en determinada medida se ve forzado a controlar sus propias contradicciones interimperialistas, al pretender impedir la solución de sus problemas de competencia en el marco de la guerra, que a propósito de la experiencia histórica "beneficiaría al socialismo" (Ley sobre la competencia entre monopolios) reprimiendo de este modo la evolución natural de los rasgos contemplados por Lenin.
Sin embargo, todo cambia a raíz de la muerte del campo del socialismo y encadenado con la situación postrimera de la URSS se fue definiendo un nuevo universo político y económico en el que los límites anteriores se superaron de modo espectacular. Los antiguos países socialistas se transforman en un bocado exquisito atractivo al insaciable apetito imperialista. Ahora es un mercado de producción baratísimo a la par que un mercado de consumo virgen. Las antiguas colonias a pesar de su independencia recién "conquistada" no pueden liberarse totalmente del influjo del campo imperialista. Por su escaso desarrollo industrial, por su pobreza, se vieron abocadas a recurrir a las multinacionales y también a préstamos cicateros que las atan aún más a la economía imperialista, es el neocolonialismo. Una vez fijadas las reglas que reforzarían la nueva dependencia, los Estados imperialistas impulsan gobiernos dictadores que actúan como verdaderos títeres en la defensa de los intereses imperialistas en su propio país, así como en el concierto de las naciones, decantándose con sus votos a favor de las propuestas internacionales de su imperialismo "protector"
A finales de la década de los 70 comenzó una nueva estrategia económica por parte de las grandes empresas, o mejor sea dicho, va tomando cuerpo. Las voluminosas concentraciones de trabajadores en un solo centro laboral, ya no reportan los beneficios deseados por las empresas capitalistas que apuestan por la reconversión en una doble vertiente: incrementando el capital constante (maquinarias) en detrimento del capital variable (fuerza de trabajo) y promocionando una nueva división del trabajo vía empresas auxiliares. Método que se centra en disminuir "costes" y responsabilidades, simultáneamente a anular los efectos del absentismo laboral. La empresa principal reduce su plantilla prácticamente al ensamblaje del producto, cediendo a las empresas auxiliares la fabricación de buena parte del proceso de producción. Pasando a ser competencia exclusiva de éstas su personal contratado a tal efecto y la entrega en el tiempo concertado con la empresa principal de la materia elaborada. Esta por su lado, impone los precios a los que han de laborar las auxiliares reservándose el derecho de aplicarles sanciones si se verifica un retraso en la entrega de los materiales en las optimas condiciones exigidas.
La minoración de las plantillas de las grandes firmas que utilizan el procedimiento descrito cedió terreno al oportunismo, que como de costumbre aprovechó la coyuntura para teorizar el deterioro de las fuerzas del proletariado y su relego a un segundo plano en el proceso revolucionario, perdiendo según las citadas conjeturas su carácter de protagonista supremo, por tanto su cualidad de director del mismo. Al cabo de los años la realidad muestra una clase obrera mucho más numerosa.
A su vez, la comparecencia en el mercado internacional de países orientales, Corea, India, China, etc., quiebra el perfil de países productivos desarrollados. Europa y más aún EE.UU. se resienten por los bajos precios de los productores asiáticos que obligan a modificar el rumbo y el destino de los inversionistas. Por un lado, deciden reubicar sus centros de producción en determinados países al olor de los bajos costes, o bien importan los productos ya elaborados con precios ruinosos ocasionando el cierre de empresas autóctonas, especialmente en EE.UU. en donde además fomenta la fuga del dólar y actúa como factor causante del incremento del desempleo.
Por otra parte, la "apertura" al mercado de la Europa del este, amplía la división del trabajo a escala mundial. Unas veces con la ambición de situarse provechosamente en un mercado por explorar, las multinacionales trasladan sus instalaciones a esos países, con la garantía de contar con una fuerza de trabajo barata y adormecida social y políticamente fruto de su historia reciente. En otras ocasiones procurando reducir los costes de su proceso de producción, lo que da lugar a que las multinacionales descentralicen a partir de este momento todas sus operaciones diversificándolas entre países de todos los continentes, donde además de contar con fuerza de trabajo baratísima, obtienen todo tipo de facilidades, como asimismo consiguen subvenciones importantes de sus gobiernos con tal de que fijen sedes en sus respectivos países. Con la nueva estructuración, para poder efectuar el ensamblaje de un producto, por ejemplo un coche, habrá que reunir los elementos elaborados en distintos países de continentes dispares. La caja de cambio fabricada en Sevilla por la empresa Renault es suministrada a varias naciones.
La ampliación que tiene lugar en la división del trabajo internacional no anula en todo caso la relación empresas principales-auxiliares. En buena medida, ya sea por separado o unidas van erigiéndose en un rasgo subalterno a los descritos por Lenin, a tener en cuenta en la estrategia de los partidos comunistas.
Otro aspecto importante del momento actual, es que como resultado del gran desarrollo de las empresas capitalistas se observa la tendencia por parte de estas a desdeñar sectores económicos que aunque tienen una enorme repercusión en el proceso productivo en la cadena internacional, sin embargo, no proporcionan beneficios en las cantidades codiciadas por los grandes capitalistas. Sectores en los que habrá que profundizar, dado que sus características son óptimas también para la estrategia de la lucha de clase.
Para los marxistas el mundo físico y social es una cadena ininterrumpida de causas y efectos y cada eslabón contiene un nudo de contradicciones que afirman primero y niegan después el fenómeno. Los resultados que busca la burguesía: expansión, maximización de los beneficios, seguridad política, se ven perturbados por contradicciones implícitas convertidas en premisas para su refutación.
NUEVAS PREMISAS
En conjunto los datos analíticos que aportamos espejean una configuración mundial que debe su origen a la liquidación del campo del socialismo, sin esta circunstancia hubiese sido imposible, cuyas singularidades detallamos a continuación
· El producto bruto mundial presenta un nuevo rol, poco a poco las neo colonias, países del antiguo campo del socialismo y naciones emergentes y subdesarrolladas van desarrollando mayor porcentaje de dicho producto, rozando en estos momentos el cincuenta por ciento.
· La aportación al producto bruto mundial no implica el enriquecimiento de estos países, menos aún el aumento del nivel de vida de sus trabajadores. Pues la economía continúa concentrándose en manos de reducidos grupos de multinacionales y monopolios que se embolsan los beneficios.
· No obstante en estos países se desarrollan las fuerzas productivas; aunque las fuerzas de trabajo perciben bajos salarios
· La anterior visión del panorama internacional nos muestra una nueva cara en la que los países dependen de los vaivenes de las políticas dentro de un conjunto de países cada vez más dispersos y dispares en lo que respecta cultural, social y políticamente.
· Debido a la relación empresas principal-auxiliar una huelga en la auxiliar provoca el efecto dominó, dañando inmediatamente el proceso de producción completo paralizando una cadena de empresas del mismo país e incluso de varias naciones.
· La ampliación de la división internacional del trabajo es causa del mismo efecto. Si una de las empresas de la cadena entrase en conflicto con sus trabajadores paralizarían todos los demás eslabones de producción.
EJEMPLOS PRACTICOS DE LAS NUEVAS PREMISAS
A principio de este mes de Julio, se produjo una huelga que corrobora cuanto venimos exponiendo. 26 trabajadores de la subcontrata Eulen que opera en la factoría Renault de Sevilla decidieron plantarse en huelga por varios motivos. Los trabajadores no tasaron previamente sus posibilidades, es decir, no conocían el alcance total de su decisión, solo se movieron guiados por la indignación contra su empresa.
El cometido de estos trabajadores consistía en arrimar la materia prima a la cadena de producción, así como cargar y descargar los camiones para el almacenaje o expedición.
Tan solo había transcurrido un día de huelga, cuando saltó la sorpresa. Se les comunica a los trabajadores de Eulen que se les va a conceder todas sus reivindicaciones, en las que se incluía, la readmisión de un compañero despedido, Parecía insólito, pero no lo era. Con un único día de huelga habían paralizado el proceso de producción de Renault en Sevilla. Dado que en Sevilla se fabrica las cajas de cambio para varios países y lugares de producción de Renault, era inminente la falta de trabajo y por tanto la paralización de las factorías de Valladolid, Francia etc. Por esta razón la gerencia de Renault obligó a Eulen a satisfacer las demandas de sus trabajadores.
Pero, si el desarrollo de la división internacional del trabajo implica contradicciones, no menos complicaciones para el capitalismo derivan de la búsqueda del beneficio voluminoso. Atrás quedan sectores productivos singulares por su pequeña dimensión en el origen, pero que al dispersarse en su comercialización su abarque se hace inconmensurable.
Empresas italianas como OMER y METALFER abastecen prácticamente a toda Europa de tubo-camisas que forma parte del cilindro hidráulico, el elemento indispensable para la automatización de maquinarias de toda índole. En el supuesto de acaecer un conflicto laboral en cualquiera de las dos empresas, sus ondas expansivas alcanzarían a toda Europa.
En lo que respecta al estado español, cinco comerciales suministran dichos tubos a la metalurgia: MICRACRÓ (Madrid) PROTUBSA (Álava y Tarragona) ACEROS Y TUBOS S.L. (Valencia) PENINSULAR DE VÁSTAGOS (Sevilla) y DURALCROM (Barcelona). Salvo PROTUBSA que pertenece al grupo Bianco de Italia (con 20 trabajadores-directos entre sus dos instalaciones) las otras cuatro son empresas pequeñísimas (MICRACRÓ con 7 trabajadores-directos, ACEROS Y TUBOS S.L. Y PENINSULAR DE VASTAGOS con 2 trabajadores-directos cada una y DURALCROM empresa familiar de 6 trabajadores-directo) Es decir, 37 trabajadores-directos tienen en sus manos el que funcione o no el metal español, que a su vez afectarían negativamente a sectores tan importante como la maquinaria de obras públicas y agricultura, también lesionarían gravemente las fabricaciones de multibasculantes, ascensores (construcción) de maquinarias para la madera, para la cerámica etc.
LA UNIDAD DE LOS COMUNISTAS Y ACERCA EL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL
La configuración moderna de la economía imperialista debe contemplarse más allá de la posibilidad de entorpecer coyunturalmente amplios sectores productivos con el "mínimo esfuerzo". También nos ofrece la oportunidad de ir sentando las bases para la unidad de los comunistas en España y simultáneamente, cimentar el renacer del Movimiento Comunista Internacional.
Partimos de la realidad básica de nuestra propia historia cubierta de experiencias muy ricas, pero a la vez llena de amargura. Desde los principios de los años 70 del siglo pasado se han sucedido todo tipo de unificaciones de los comunistas. En el campo del maoísmo tuvo especial resonancia la protagonizada por ORT y PT que apenas se sostuvo varios meses hasta desaparecer ambos partidos sin dejar estelas de su vida en la Tierra. En el bando trotskista también el teatro de las unificaciones escenificó la pérdida de varios grupos después de fusionarse en un solo partido (AC, OC.) Pero será desde la adscripción prosoviética el lugar que propició mayor número de fracasos. Todos los congresos o intentos de unidad estuvieron alumbrados directamente o influenciados por caminos indirectos desde las embajadas de países del campo del socialismo: OPI-PCOE, PCE VIII-IX CONGRESOS (una facción de Madrid)-PCOE y otras tantas de diversos grupos. No obstante, merece especial mención por la envergadura de su montaje, la creación del PC. que ha dado lugar al PCPE actual.
Tras los rublos soviéticos, miles de "comunistas" de todas las procedencias se unieron al proyecto de la embajada de la URSS en Madrid, de una forma bastante peculiar. Se editó un documento al que cualquiera podía adherirse como afiliado. Más lejos del leninismo imposible. El hecho es que se formó un partido ecléctico con el beneplácito y la subvención de la Unión Soviética y con el reconocimiento de un gran número de partidos comunistas de todo el mundo, adjudicándoles al nuevo partido el grado de cooficial junto al PCE. Sin duda asistíamos a los últimos efluvios pestilentes de la grave descomposición que aquejaba al Movimiento Comunista Internacional. De la noche a la mañana se monta un partido con lujosas sedes y con miles de afiliados, cualquier comunista honrado diría que esta parte de la historia del comunismo español es deshonrosa y aberrante.
Durante el denominado proceso de unidad entre PCPE-PCOE, los camaradas que se opusieron, se basaron en la historia de las unificaciones de los últimos 30 años, al advertir que se procedía con idénticas facturas.
En la teoría todos los partidos coincidimos en que para unir a las fuerzas comunistas disgregadas, entre otras condiciones que deben considerarse, dos son determinantes: haber practicado durante un tiempo la unidad de acción para conjuntar las tácticas, conocerse y coincidir ideológicamente.
Expuesta así, la propuesta resulta engañosa y demasiado peligrosa. Se supone que los partidos que han celebrado congresos de unificación observaron en su día estos términos y a pesar de ello todas las unificaciones fracasaron rodeadas de escándalos impropios de comunistas, casi siempre con la desaparición de los dos partidos o bien con el rompimiento en tres o más grupos. ¿Por qué?
El problema lo originaba siempre el alejamiento de la clase obrera. Un partido comunista separado del movimiento obrero, es un partido desprovisto de objetividad en sus análisis, sus sentimientos se vuelven subjetivos al no cotejarse con la realidad objetiva (clase obrera). Su ideología, sus tácticas y estrategias, también al no contrastarse en la práctica con el desenvolvimiento de los trabajadores no presentan garantías de certeza y se transforma en un mundo imaginario e idealista. En cambio, el entroncamiento en el proletariado es la regla fija para depurar vicios y conductas equivocadas, que de otro modo permanecerían ocultas esperando el momento de manifestarse. El subjetivismo domina siempre a la ideología y a los buenos deseos.
Separados del movimiento obrero los partidos ven frustradas sus necesidades de llevar a cabo la unidad de acción, cuyo escenario indefectible son las luchas populares (sindicatos, comités de empresas, asociaciones de vecinos etc.) que significan trabajo cotidiano, reuniones entre militantes y direcciones con el fin de afirmarse o de replantearse conjuntamente las tácticas, que irían permitiendo la aproximación de las ideas, de las actividades y de las conductas, o por el contrario, se produciría la exhumación de las diferencias subyacentes, muy necesario porque ocasionaría el propósito de disiparlas. Así se va construyendo el nuevo partido. El tiempo es lo de menos. Pero, las prisas, los intereses inconfesables, la lucha por la supervivencia, son proclives para dar el salto en el vacío.
Con el desprecio sin más de este procedimiento, la unidad de acción se reduce al reparto de octavillas, a la realización de pintadas, a la asistencia de actos y poco más, que es asumible por cualquier partido con ideología no precisamente igual. La unidad de acción se convierte en una pantomima sin que sirva para lo que es patrocinada. Como consecuencia de esta anomalía, si a los partidos implicados les bastan con la unidad de acción ficticia corren el riesgo de que las diferencias tácticas, los matices separadores, las concepciones partidistas de luchas de masas, siempre subjetivas afloren cuando termine el congreso de unidad y se comience a "convivir". El efecto suele ser inmediato, un nuevo rompimiento de carácter más dramático. Esta ha sido la constante de nuestra historia y será por los siglos, en tanto los partidos se muevan por deseos y soslayen la realidad que les rodean. Naturalmente, hablamos de la unidad de los comunistas y no de la integración de un grupo en otro, que salvo honrosas excepciones suele verificarse por intereses extraños y se lleva a cabo por el grupo minoritario sin condiciones.
En el estado español, en unos lugares más, en otros menos, al margen de las formas de aplicarse, se dan condiciones que antes estaban negadas para proceder a la unidad de acción en el seno de las organizaciones de masas, especialmente en el movimiento obrero, debido en primer lugar a que la situación sindical ha variado sustancialmente desde hace una década, a lo que se une la consolidación de la división nacional del trabajo, que nos obliga a los partidos comunistas a estudiar detalladamente todos los puntos estratégicos del movimiento obrero. No es ningún descubrimiento estelar afirmar que ninguno de los partidos que nos reclamamos comunista, posee ni la fuerza ni la capacidad para abordar aislado dicho cometido en toda su amplitud.
Ahora bien, la unidad de acción debe partir de concreciones y no de generalizaciones y deseos. Es necesario, asimismo obligado basarse en esa verdad objetiva e inapelable, que consiste en reconocer a las organizaciones de masas representativas que ya existen, independientemente de que en estos momentos, en el que triunfa el oportunismo, las organizaciones estén dirigidas por el reformismo, tal es el caso de los Comités de empresas, única manifestación aglutinadora que se da en el interior de los centros de trabajo frente a la acción disgregadora de los sindicatos.
El PCOE muestra su disposición de discutir cuanto concierne a la unidad de los trabajadores por medio de los comités de empresas, a compartir sus experiencias con los demás partidos, a rectificar sus proyectos en los errores que sean manifiestos. A la misma vez que expresamos con rotundidad, que perseveraremos en nuestra táctica si es preciso en solitario en el caso de ser desoídas nuestras propuestas. Nada ni nadie nos podrá distanciar de nuestra meta sin aportar alternativa definida, salvo la constatación de la ineficacia del método empleado.
La dinámica de los hechos ha templado el estado del movimiento comunista español en estos años, dejando atrás en el camino a organizaciones incompetentes, frenando el desarrollo a otras incapaces de examinar con ecuanimidad el mundo que nos rodea. De ahí que las que quedan en pie, han de sentir la necesidad de encaminar la unidad de acción por los derroteros que hemos elegido, puesto que ningún otro partido ofrece un programa concretizado a la solución del problema.
En la hora actual hablar de la unidad de los comunistas en el estado español, es cuando menos una incongruente proposición. Entre los partidos se dan diferencias estatutarias abultadas, en la concepción del estado, en el tipo de sociedad por la que luchar, formas de lograrlo etc. De nuevo la unidad de acción refrendada por el movimiento obrero se impone para ir acercando posiciones en todas las cuestiones planteadas.
Al igual que en el área local, en el ámbito internacional las nuevas condiciones del imperialismo demanda cambios en la actuación de los partidos hasta que cristalice en un Movimiento Comunista Internacional diferente.
Sin renunciar al pasado, sí que exigimos como partido revolucionario y parte del movimiento comunista internacional, se revise la negritud de tiempos anteriores, para que nunca más vuelvan.
Las relaciones entre partidos hermanos tienen que estar presididas por la ética comunista, es decir, por la igualdad en el trato. No más miradas por encima de los hombros amparados en la "oficialidad". El PCOE vivió la amarga experiencia de defender a ultranza el marxismo-leninismo, mientras que sus militantes que vivían en el campo del socialismo eran ilegales por no plegarse a deseos extraños, en tanto que a los reformistas, por ser "oficiales" se les trataban fraternalmente.
El PCOE guarda en su memoria vergonzosas situaciones sufridas, debido al comportamiento de determinados partidos, no solo de los que detentaban el poder en los países socialistas, sino también de aquellos otros trasuntos del PCUS y que transcurrido el tiempo aún no han realizado las pertinentes autocríticas; en cambio, se han cebado con denuncias hacia el llamado "partido guía" para zafarse de cualquier responsabilidad.
Creemos que la revisión de los hechos más fructífera es el destierro de las malas artes, sustituyendo el oportunismo por el leninismo en la vinculación entre organizaciones revolucionarias. En el mismo sentido, opinamos que el referente para que un partido sea convocado a encuentros internacionales debe ser su adscripción al marxismo-leninismo, independientemente de que en un mismo país exista más de un partido o de lo contrario, se continuará con los vicios de tiempos inveterados, con la salvedad de que ya caben excusas expiatorias pues desapareció el campo del socialismo.
Desde la caída de la URSS, el internacionalismo proletariado de las últimas décadas ha sido más un propósito de intenciones que una realidad práctica, basándose exclusivamente en la elaboración de documentos de partidos que mostraban su rechazo a la política imperialista sin traducción alguna en los campos de batallas de la lucha de clases.
Con los cambios operados en la estructuración económica del imperialismo, la práctica anterior va quedando obsoleta. La moderna división del trabajo mundial aconseja también la puesta al día del internacionalismo proletariado. Como quiera que la cadena productiva de una determinada firma está diseminada por varios países, si bien una huelga de uno de los eslabones provocaría el colapso en el resto de la cadena, también significa que en un proceso de nacionalizaciones el rompimiento de la cadena por uno de sus eslabones no supone la pérdida de toda la empresa por parte de sus dueños, que además está en disposición efectiva de sustituir el eslabón perdido con tremenda facilidad en otro lugar. Por otro lado la nacionalización de un eslabón es insuficiente para la elaboración del producto completo. Es pues necesario el ejercicio práctico del internacionalismo proletario en ambos supuestos. Internacionalismo que se ha de forjar en reuniones de los partidos comunistas afectados.
Como ya vimos anteriormente además de provocar las circunstancias últimas, hay que contemplar que la división internacional del trabajo va equiparando el nivel de las fuerzas productivas universalmente, constituyendo un aporte mas e incluso mucho mas importante, que podría conducir al debilitamiento de un conjunto de eslabones en la cadena imperialista con lo cual se puede soñar con un futuro socialista más allá de las fronteras de un país aislado.
Por todas estas razones el PCOE sugiere el estudio de la formación de un moderno Movimiento Comunista Internacional adecuado a la contemporaneidad de los rasgos del imperialismo.
22 de Julio del 2008